Asumo que la mayoría escucha música en el gimnasio. Yo, en cambio, trato de escuchar podcasts o documentales culturales, pues ya no tengo mucho tiempo para leer. La tecnología del Spotify me permite este recurso de mantener mi cuerpo y mi conocimiento al mismo tiempo. El último podcast que estoy escuchando se llama “Como chanchos en el lodo”, del abogado y escritor Augusto Effio, a quien he entrevistado sobre su última “Nuestros venenos”, un vertiginoso thriller policial.
Es realmente un podcast cultísimo, erudito, sobre literatura. En el último capítulo que escuché entrevistaron a un librero de varios años, Hugo Bustamante. Anécdotas van y vienen. Y Augusto contó unas sobre las memorias que escribió un viejo librero que trabajó más de treinta años en El Ateneo, una muy famosa librería de Buenos Aires, considerada una de las más hermosas del mundo. Narraba el tipo que una vez llegó alguien apresurado y le pidió “¡Dame la novela de Borges con la que ganó el Nobel!”. No hacen falta más explicaciones. Podemos imaginar la cara del vendedor.
Otra situación se presentó cuando una señora acudió a El Ateneo y pidió un libro titulado Comen. Los libreros no daban con la obra, la buscaron en la sección de gastronomía y otras. Se rascaban la cabeza y le preguntaron a la doña:
– Señora, ¿de qué trata ese libro Comen?
– Es de un equipo de rugby, que se caen en un avión…
En fin, tales historias me recordaron un caso personal. Estaba acabando el colegio o en el primer año de universidad. Le pedí a mi mamá que si pasaba por una librería me compré la novela Los Miserables. “¿De quién es, pues?”, me preguntó, con comprensible lógica. Le dije que de Víctor Hugo. Volvió a preguntar por al apellido. Ciertamente la pregunta me parece válida. Hasta el día de hoy, que escribo estas líneas, no sabía el apellido del universal escritor. Siempre escuché llanamente decir “Víctor Hugo”, y en nuestro idioma Hugo es un nombre, no un apellido. Resulta —recién me entero hoy que me puse a escribir este recuerdo—, que el tipo se llamaba Víctor Marie y se apellidaba Hugo. Ergo, la pregunta de mi mamá era atinada.
Como sea, no sabía entonces el apellido, así que por salir al paso y por joder, le dije Víctor Hugo Marulanda. Fue lo primero que se me ocurrió, el nombre que tenía en la mente y en la punta de la lengua, pues en ese tiempo era muy hincha del Alianza Lima y veía futbol. Marulanda fue un jugador colombiano que trajo el equipo en ese año y se convirtió en mediana estrella. Creo que sigue trabajando en el club. Además, no conocía o no recordaba a otra persona que se llame “Víctor Hugo”; así que el apellido del colombiano me saltó como un acto reflejo.
Entonces mi mamá, mi inocente, cándida y pobre mamá, fue a la librería. Llegó algo molesta, pero entre risas me contó un diálogo con el librero que más o menos fue así:
– Disculpe, señor, tiene una novela de un escritor Marulanda.
– Buenas, señora, a ver, déjeme buscar —luego de un rato, regresa el vendedor—. Señora, ¿recuerda el nombre del libro?
– Es que mi hijo me ha pedido una novela, Los Malditos o algo así.
– ¿Recuerda el nombre del escritor Marulanda?
– Ya, sí, Víctor Hugo. ¡Víctor Hugo Marulanda!
– ¿Víctor Hugo Marulanda? Señora, ¿qué género lee su hijo?
– Ya me acordé, Los Miserables, de Víctor Hugo Marulanda.
– Señora, ese es un futbolista y estoy seguro que no ha escrito Los Miserables. Mejor le pregunta de nuevo a su hijo.
Claro, cuando vi a mi mamá, estaba molesta, pero no podía contener la risa. Con fingida amargura me gritó: “¡Imbécil, me has hecho pasar vergüenza!”.
Hasta el día de hoy, cada vez que escuchamos el título de Los Miserables, o el nombre Víctor Hugo o acaso el apellido Marulanda, nos acordamos de esa anécdota y de cómo mi mamá, al menos por unos minutos, elevó al Olimpo de las letras a un correcto y pundonoroso defensa colombiano.
Por: Eduardo Abusada Franco
Seguir a @eabusad IG: @eduardoabu79
OTROS ENLACES RECOMENDADOS POR PLAZA TOMADA
- Super cholo, super héroe
- Pedro Páramo: La apuesta de Netflix
- Eduardichi
- Una Iglesia neogótica en el sur de Arequipa
- El barro milagroso de Chilca
- El chifa del cholo-chino: Don Silvestre
- Un encuentro con las gitanas del Centro de Lima
- Ayer se rompió el espejo
- Una historia blanquimorada. De cómo Alianza Lima usa la camiseta morada y blanco en octubre
SIGUE A PLAZA TOMADA EN YOUTUBE:
Comenta aquí