El 3 de noviembre de 1957, apareció en el suplemento “El Dominical” del diario El Comercio una historieta llamada Super Cholo. Si los gringos tenían a Superman o Batman, los peruanos teníamos derecho a contar con un héroe que represente lo autóctono. Era la época en que los levantamientos campesinos e indígenas contra los abusos de los hacendados se hicieron más fuertes. El clamor de la reforma agraria llegó a la clase media limeña. Tanto así, que el diario decano levantó esa bandera en la década siguiente.
El filósofo y periodista Francisco Miró Quesada Cantuarias fue el creador de Super Cholo. Como Sebastián Salazar Bondy en el ensayo y Enrique Congrains Martín en el cuento, Miró Quesada observó el emerger de los andes no sólo en las luchas campesinas, sino también en las migraciones a Lima. Más temprano que tarde, lo andino superaría lo criollo, y pondría en la agenda los cambios que el país necesitaba. Super Cholo fue la expresión ficcional de ese provenir.
Una década después, la realidad superó a la ficción de historieta, pero en el fútbol. Un muchacho de veinte años, de rasgos andinos, mediana estatura y algo fornido, convocaba a las masas en el estadio San Martín de Porres (hoy Alberto Gallardo). Era gambeteador y veloz como cualquier futbolista peruano de la época. Tampoco le corría a la pierna fuerte, sino que se levantaba y ponía el cuerpo. Era capaz de saltar más alto que sus rivales defensores, por lo general superiores en tamaño, y hacía goles de cabeza impensados. Nacido en Ica, era la nueva fuerza, el nuevo rostro del fútbol peruano. Se llamaba Hugo Sotil. Lo conocían como el Cholo.
La aparición de Sotil fue rutilante. La prensa deportiva, que solía arrinconar la información del campeonato de segunda división en un cintillo de sus páginas interiores, de pronto empezó a difundirla en las portadas. El Cholo Sotil brillaba en el Deportivo Municipal, equipo histórico que buscaba volver a la máxima categoría. Mucha gente que no era hincha del “Muni” ni de otro equipo del ascenso abarrotaba el San Martín de Porres sólo para verlo gambetear, poner el cuerpo, hacer goles de zurda, de derecha, de cabeza, en ese inolvidable año de 1968. Después de los partidos, muchos niños se metían a la cancha para tomarse fotografías con el iqueño. De grandes querían ser como él. Como el Cholo Sotil.
Se hizo tan popular el Cholo, que la prensa deportiva inició una campaña para que Didí, la leyenda brasileña que había clasificado al Perú a un mundial de fútbol luego de cuarenta años, lo lleve con la selección a la Copa del Mundo. En un amistoso contra Bulgaria, futuro rival mundialista, perdíamos dos a cero. Didí hizo entrar a Sotil y este fue una ráfaga. Con tres de sus goles, volteamos 5-3 ese partido. En el mismo mundial, otra vez perdíamos con Bulgaria por 2-0. Sotil ingresó en el segundo tiempo y fue determinante con sus jugadas para la remontada de 3-2. Una foto muestra a Sotil, luego de la sensacional victoria peruana, en hombros de un hincha en el estadio Guanajuato de León.
El Cholo Sotil empezaba a ser un emblema nacional, y en el deporte más popular. Eran los años de Velasco, de exaltación de lo andino, tan menospreciado y ninguneado por décadas. Fue tanta su fama, que el empresario Bernardo Batievsky lo animó a participar como actor en una película. Interpretaría a un futbolista que sale adelante en su carrera deportiva. No hubo dudas sobre cómo se llamaría el largometraje: Cholo. Estrenada en 1972, en lo comercial no fue un éxito. Con el tiempo, se convirtió en una película de culto.
Pero Sotil no era actor de cine. Era futbolista. Y la realidad superó esta vez a la ficción cinematográfica. Al año siguiente, Sotil fue contratado por el Barcelona de España. Jugó nada menos que con Johan Cruyff, uno de los mejores futbolistas de la historia. Fue el primer latinoamericano en colocarse la 10 del cuadro culé, antes que Maradona, Ronaldinho y Messi. Y con su brillo y goles, ayudó al Barça a ser campeón de liga luego de 14 años. Hasta ahora es considerado ídolo y leyenda entre los aficionados catalanes.
Durante su estancia en el Barcelona es que Sotil coloca su primer hito de héroe del fútbol nacional. Conocida es la historia de su viaje en secreto a Caracas, para ponerse a las órdenes de Marcos Calderón y jugar la final de la Copa América de 1975 contra Colombia. En esa época los clubes europeos no estaban obligados a ceder a sus jugadores a sus selecciones. Y con un gol suyo ganamos el torneo luego de 36 años. El Cholo Sotil pasó a integrar la galería de héroes de nuestro fútbol.
Su siguiente cuota de heroísmo se produjo el 26 de marzo de 1977. En un partido contra Chile, definitorio para clasificar a un triangular que otorgaba dos cupos al mundial de Argentina del año entrante, el Cholo Sotil anotaría un gol inolvidable. De cabeza, entre los grandazos defensores Figueroa y Quintano, inauguró el marcador que nos puso arriba. Sotil corrió al alambrado del Nacional de Lima y se trepó allí, para gritar su anotación con los hinchas. Con esto, Perú eliminó a los chilenos, en un grupo donde también estaba Ecuador. En el triangular de Cali, superamos a Bolivia y sacamos los pasajes para Argentina.
Muchos recordarán que Teófilo Cubillas ha hecho diez goles en los mundiales. Eso también es heroísmo. Ningún futbolista sudamericano que no sea argentino o brasileño supera esa marca. Pero el Cholo Sotil era un tocado por la providencia. Sus goles y apariciones fueron decisivos para las conquistas de la generación dorada del fútbol peruano. Y se puso el traje ya no de héroe, sino de superhéroe. Es importante recordarlo en esta faceta, ahora que ya no está entre nosotros.
Hace once años coincidí con Raúl Lizarzaburu, un periodista de la vieja escuela, en un diario local. Había llegado como corrector de estilo. Siempre hablábamos de cine, de boxeo; y por supuesto, de fútbol. Los argumentos que daba sobre estos y otros temas eran sólidos, indiscutibles. Cuando le pregunté quién era el mejor futbolista peruano que había visto, me dijo que Hugo Sotil. Y me dio los argumentos que ahora expongo: gambeteador, fuerte, valiente, decisivo. Héroe. Super Cholo.
Lástima que mi amistad con Raúl sólo duró seis meses. Una enfermedad respiratoria se lo llevó pronto. Once años después, sigue teniendo razón. Sotil es nuestro Superhéroe del fútbol nacional. Nuestro Super Cholo de carne y hueso, ahora convertido en leyenda.
Por: Victor Liza
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